No hace falta decir que Santorini es una de las islas más bellas que tiene Grecia. Desde la maravillosa puesta del sol en Oia, o las espectaculares vistas desde Fira, hasta sus exquisitos vinos Assyrtiko y Vinsanto (únicos, según los lugareños) nunca te deja de sorprender.

Pero a medida que fuimos descubriendo este lugar, nos enamoramos perdidamente de sus puertas. Su gastronomía y paisaje, son un tema aparte.



Las Puertas de Santorini. Las hay para todos los gustos: anchas, angostas, gruesas, finitas, caladas, raspadas, con plantas, dibujadas. 


Las hay de todos los colores y en todos los estilos. Nuevas y viejas, de casas que denotan un muy buen pasar y aquellas que seguramente son la entrada a una humilde morada. 

Están las que pertenecen a locales comerciales, con más ornamentación, cargadas y que se atrevieron a jugar con los colores, y aquellas simples que fueron pintadas con un color más discreto. Están las que resaltan por su brillo y lustre, y las que denotan en sus vetas y descascaro el paso de los años sin que nadie las haya acariciado con una mano de pintura, aunque siguen sin perder su magia.


Están las que con sus pórticos de piedra encuadran una gran obra de arte, como si la puerta estaría dentro del museo más importante. Están las que con orgullo gritan "¡aquí vivo yo!", para que el mundo lo sepa.

Están las que más te impresionan, las que se encuentran en otra dimensión, que por la topografía del lugar dan la sensación que la abres y te mojas con el mar.

Y así, nos vamos despidiendo de este soñado paisaje con estas puertas al paraíso que nos permiten ver, a través de ellas, la dorada puesta del sol todos los días del año.

Cada puerta aquí es única. Santorini es única.

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